miércoles, 16 de noviembre de 2016

EL ÁRBOL DE LA CIENCIA

EL ÁRBOL DE LA CIENCIA. 

Esquema de todo el libro:
En lo que al espacio se refiere, la obra también cierra un círculo perfecto: 

1.Familia -2. Madrid - 3. La España rural

4.La azotea del tío Iturrioz

5.La España rural- 6.Madrid- 7.Familia 
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COMENTARIO de El árbol de la ciencia


(...)
—Está bien; pero yo hablaba de un aprovechamiento práctico, inmediato. Yo en el
fondo estoy convencido de que la verdad en bloque es mala para la vida. Esa anomalía
de la naturaleza que se llama la vida necesita estar basada en el capricho, quizá en la
mentira.
—En eso estoy conforme —dijo Andrés—. La voluntad, el deseo de vivir, es tan
fuerte en el animal como en el hombre. En el hombre es mayor la comprensión. A más
comprender, corresponde menos desear. Esto es lógico, y además se comprueba en la
realidad. La apetencia por conocer se despierta en los individuos que aparecen al final
de una evolución, cuando el instinto de vivir languidece. El hombre, cuya necesidad es
conocer, es como la mariposa que rompe la crisálida para morir. El individuo sano,
vivo, fuerte, no ve las cosas como son, porque no le conviene. Está dentro de una
alucinación. Don Quijote, a quien Cervantes quiso dar un sentido negativo, es un
símbolo de la afirmación de la vida. Don Quijote vive más que todas las personas
cuerdas que le rodean, vive más y con más intensidad que los otros. El individuo o el
pueblo que quiere vivir se envuelve en nubes como los antiguos dioses cuando se
aparecían a los mortales. El instinto vital necesita de la ficción para afirmarse. La
ciencia entonces, el instinto de crítica, el instinto de averiguación, debe encontrar una
verdad: la cantidad de mentira que es necesaria para la vida. ¿Se ríe usted?
—Sí, me río, porque eso que tú expones con palabras del día, está dicho nada menos
que en la Biblia.
—¡Bah!
—Sí, en el Génesis. Tú habrás leído que en el centro del paraíso había dos árboles,
el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la vida era
inmenso, frondoso, y, según algunos santos padres, daba la inmortalidad. El árbol de la
ciencia no se dice cómo era; probablemente sería mezquino y triste. ¿Y tú sabes lo que
le dijo Dios a Adán?
—No recuerdo; la verdad.
—Pues al tenerle a Adán delante, le dijo: Puedes comer todos los frutos del jardín;
pero cuidado con el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que tú
comas su fruto morirás de muerte. Y Dios, seguramente, añadió: Comed del árbol de la
vida, sed bestias, sed cerdos, sed egoístas, revolcaos por el suelo alegremente; pero no
comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto agrio os dará una tendencia a mejorar
que os destruirá. ¿No es un consejo admirable?
—Sí, es un consejo digno de un accionista del Banco —repuso Andrés.
—¡Cómo se ve el sentido práctico de esa granujería semítica! —dijo Iturrioz—.
¡Cómo olfatearon esos buenos judíos, con sus narices corvas, que el estado de
conciencia podía comprometer la vida!
—Claro, eran optimistas; griegos y semitas tenían el instinto fuerte de vivir (…)

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